Más allá del sueldo o las funciones desempeñadas, lo que más valoran los trabajadores y trabajadoras en un 51% es el buen ambiente laboral, el compañerismo y la posibilidad de poder trabajar en equipo de forma cómoda, según una encuesta elaborada por Experteer. Trabajar en una empresa exitosa e innovadora es valorado en un 21% y en tercera posición queda la ansiada y reclamada conciliación laboral y familiar.
Pero, dónde queda el sueldo. Pasarse ocho horas de media en un puesto que no cumple con nuestras expectativas, que no nos motiva ni nos seduce por un puñado de euros está demodé. Las jaulas de oro no son rentables. Cobrar un sueldo muy alto por realizar unas funciones que apenas cumplen con nuestros objetivos no es productivo. Las ocupaciones que producen más satisfacción son las que implican un mayor grado de realización personal, y se basan, por tanto, en las actividades que aportan un alto valor. Aquí el dinero no tiene mucho que ver con la satisfacción en el trabajo.
Los trabajadores y trabajadoras autómatas que se movían sólo por dinero están en peligro de extinción. No es para menos. El mercado laboral ha evolucionado y sus criaturas ya no dan tanta importancia al sueldo como a cumplir con tareas que les motiven y satisfagan. Y es que pasarse largas jornadas fuera de casa para realizar una función que no gusta ni motiva, no está pagado.
Los expertos calculan que la motivación extra que proporciona un aumento del sueldo dura sólo tres meses. Carlos Delgado, presidente de Compensa Capital Humano, cree que “se tiende cada vez menos a preferir un buen salario a tener un trabajo que a uno le haga feliz”.
Quién no se ha cuestionado en algún momento de su vida laboral su carrera. En otros tiempos estas dudas, que también existían, simplemente se aparcaban. Ahora, los nuevos profesionales del siglo XXI suelen actuar: deciden cambiar su compañía o se van de ella para crear una propia. Y, en ese caso, no hay nómina que les retenga. El objetivo es ser feliz, y de ser feliz en el trabajo, que es al fin y al cabo, donde pasamos gran parte de nuestra vida.
Este cambio de actitud ante el empleo ha llegado de la mano de los cambios generacionales que ha ido experimentando la sociedad. Mientras que los trabajadores y trabajadoras de entre 30 y 40 años dan más importancia a la conciliación laboral, los menores de 30 buscan una compañía con un ambiente agradable y cercano y unos buenos compañeros. El salto generacional se nota entre estas dos franjas de edad y los veteranos de más de 50 que valoran el éxito de la empresa.
Cada generación tiene sus gustos
Las preferencias laborales siguen un patrón según la edad del trabajador, que las empresas pueden aprovechar para captar y retener el mejor talento. Una persona nacida en los setenta valora aspectos diferentes que una que pertenece a la llamada Generación Y (aquellos que nacieron entre 1980 y 2000), de acuerdo con los expertos.
Los jóvenes no conceden tanta importancia al dinero, como a las tareas que se les asignan. Las exigencias han cambiado: la implicación en los proyectos y las oportunidades que les ofrecen de aprender, y el hecho de trabajar con amigos, son sus prioridades a la hora de elegir empresa.
En concreto, los aspectos más valorados por la Generación Y son la camaradería, el buen ambiente de trabajo donde los nuevos son bien recibidos, la confianza en los jefes, el orgullo de pertenencia a una organización, y el respeto. Los nacidos en la década de 1980 y 1990 buscan su propio desarrollo profesional y que se les valore en su trabajo, para ayudarles en su mejora y a marcar retos.
Pero, la importancia que conceden al ocio es fundamentalmente lo que más les diferencia de otros grupos de edad. Aunque no tengan familia, entendida como el cuidado de los hijos, o una pareja, sienten que hay vida después del trabajo, y que tienen que aprovechar el tiempo. Para ellos, el rendimiento se entiende como cumplimiento de objetivos, no como horas pasadas en la oficina.
Generaciones anteriores a ésta, como los baby boomers (nacidos antes de 1964) o la Generación X (nacidos entre 1961 y 1979) mantienen como prioritario el salario y su carrera, además de tener una concepción del trabajo tradicional. Por ejemplo, los senior otorgan una gran importancia al éxito de la organización.
No obstante, cada uno tiene que encontrar su propia motivación laboral, porque como dice Lucy Kellaway, columnista del Financial Times, “no valoramos lo importante que es la satisfacción en el trabajo, hasta que tratamos de vivir sin ella”.